Los primeros pasteles de dos pisos fueron confeccionados por los romanos. Catón el Censor, estadista romano del siglo II y autor del tratado De Agricultura, era muy goloso y dejó registrada una receta de la empanada más popular de su época: la llamada placenta. Para la corteza se empleaban harina de centeno y de trigo, y el dulce y espeso relleno consistía en miel, especias y queso de oveja. Finalmente, el pastel era untado con aceite y se horneaba sobre hojas de laurel.
La primera referencia occidental a un pastel de frutas, y además una auténtica tarta de postre, aparece en la historia con fecha sorprendentemente tardía: en el reinado de Isabel I de Inglaterra, o sea en el siglo XVI. Aunque posiblemente la repostería casera utilizaba frutos tales como melocotones y manzanas, es sabido que la reina exigía cerezas deshuesadas y confitadas como sustitutivos de los tradicionales rellenos de carne o de pescado.
Una vez hizo su aparición el pastel de frutas como postre, sus referencias y sus rellenos proliferaron, pero es interesante observar que al principio, y tal vez siguiendo el capricho de la reina, en Inglaterra los pasteles predilectos fueron las confeccionadas con bayas silvestres, con preferencia sobre las de frutas cortadas.
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